sábado, 22 de agosto de 2009

Me paseo por el borde de la noche estrellada esperando en vano que llegue a mis párpados el peso del sueño y tenga a bien cerrarlos. Mientras, contemplo la reluciente luna cortada por la mitad y me pregunto como sería pasearse descalza por su plateada superficie. Las estrellas juegan a esconderse detrás de las deshilachadas nubes y la media luna parece que sonriera satisfecha como solo las madres lo hacen al mirar a su prole. Mi cabeza se llena de pensamientos incoherentes y testarudas ideas se escapan libres hacia ese cielo infinito y pasan los segundos y transcurren los minutos y el sueño insolente sigue columpiandose por la bóveda celeste sin querer acariciar con sus dedos mis ojos. Y mi imaginación va y viene suspendida en el tiempo sin amarres ni cadenas y la dejo hasta que exhausta caiga resbalando por mi piel dejando regueros brillantes de añoranza y de pronto siento un cosquilleo premonitorio y noto como al fin mis músculos se aflojan y una dulce laxitud se apodera por completo de ellos y lentamente y sin prisas me voy sumergiendo en la negrura del mundo de los sueños.

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